sábado, 2 de octubre de 2010

Kolkata

Holaaa!,

Hacer unos días de voluntariado en India era una actividad que desde el principio del viaje me apetecía. Eso lo tenía claro. Lo que me faltaba era encontrar una organización de confianza en la que colaborar. Y además que me aceptasen como voluntario para un periodo corto. La respuesta a mi búsqueda vino sola en Sydney. Un chico francés con el que compartía hostal había hecho un voluntariado con las Misioneras de la Caridad, la orden creada en 1950 por la Madre Teresa para ayudar "a los más pobres entre los pobres". Este chico que dijo que lo único que debía hacer era presentarme en la puerta de la "Casa Madre" e inscribirme como voluntario para el tiempo que quisiera. Deje pasar el tiempo y en Agosto, a través de mi primo Alex, me enteré que Sara, una chica italiana, también había hecho el voluntariado. Ella me confirmó que sólo debía presentarme en la puerta.

Así que el día 13 de Septiembre, después de despedirme de Cristóbal y Ana, mis compañeros de viaje en India, cogí el tren nocturno hacia Calcuta. En el tren iba leyendo "La Ciudad de la Alegría" de D. Lapierre. No quería tener una idea predeterminada de la ciudad, pero lo cierto es que las historias de Hasari Pal y el Padre Lambert crearon en mi cierto respeto hacia Calcuta. Al llegar a la estación de Howrah cogí un taxi pre-pago y fui directamente a Suddher St, la calle de mochileros.

Por la tarde bajé a conectarme a internet. Al ratito, entraron dos chicas al cibercafé. Por su acento eran andaluzas. Yo me mantuve a lo mío, pero luego comentaron que iban a inscribirse a un voluntariado. Les pregunté a cuál era, y si sabían los detalles de cómo hacerlo. Se llamaban Macarena y Patricia, efectivamente eran de Sevilla y como buenas andaluzas tenían muchísima energía y vitalidad. En el camino hacia la Casa Madre conocimos a otros españoles que ya llevaban más tiempo y nos explicaron todo el proceso. La rotación de voluntarios es muy alta así que aquellos que llevan dos semanas ya son expertos para los recién llegados. Nos comentaron los centros que había y que se hacía en cada uno de ellos. (Fotos: Rickshaw, o carritos tirados por hombres, que todavía siguen existiendo en Calcuta. Entrada a la Casa Madre).
  • Kaligath: Es el centro original fundado por la Madre Teresa, también llamado "Nirmal Hriday" (Hogar de los Moribundos y Abandonados). Era un antiguo albergue de peregrinos junto al templo de Kali. Es un centro para enfermos terminales e indigentes, la mayoría de ellos en bastante mal estado. Por tanto, los internos no ayudan en el trabajo y todo recae en los massis (trabajadores), en los voluntarios y en las hermanas.
  • Prem Dam: Es un centro grande también con enfermos pero que están en mejores condiciones que los de Kaligath. Aquí ellos ayudan en la colada, la limpieza de los platos y del centro. Aquellos que empeoran pasan a Kaligath. Aquellos que se curan y mejoran son devueltos a la calle.
  • Sishu Bhavan: Es un orfanato destinado a niños huérfanos de hasta los 6 años especialmente destinados a adopción. En un segundo ala hay niños con discapacidades físicas y psíquicas (ceguera, problemas derivados de la polio, síndrome de Down...) y otros con problemas de desnutrición que sus familiares los han dejado en manos de las Hermanas. Solo admiten voluntarias femeninas.
  • Daya Dan: Es un centro de trabajo con niños discapacitados. Las tareas consisten en limpiar y hacer las camas, bañar a todos los niños, juegos y terapias, darles de comer (con gran trabajo en algunos casos) y acostarlos.
  • Otros: Dispensario en el que tratan y curan heridas, la Leprosería Titagath, centro Nabo Jibon...

Patri, Macarena y yo nos apuntamos por la mañana a Prem Dam porque era un centro dónde necesitaban gente, y por la tarde, día si – día no, ellas se apuntaron a Sishu Bhavan y yo a Kaligath.




Un día de voluntariado...

Nos levantábamos temprano. A las 6 hay misa opcional con las Hermanas. A las 7 am en la Casa Madre se sirve un desayuno: pan y té para los voluntarios. Se dan los avisos del día, se hacen una pequeña oración todos juntos y se canta una canción de despedida a aquellos que están haciendo su último día de voluntariado. La canción es muy sencilla: "Thank you, Thank you; Love you, Love you, Miss you, Miss you" (Gracias, gracias; te queremos, te queremos; te echamos de menos, te echamos de menos), pero es pegadiza y bonita. Después en transporte público en grupos se va a las Casas de Acogida que están esparcidas por toda la ciudad.

En Prem Dam, comenzábamos lavando y secando la ropa. Aquí el trabajo es totalmente "ineficiente": Se lava la ropa a mano. Para tender la ropa cada prenda pasa por una cadena humana de alrededor de 30 personas. A la hora de limpiar el suelo, se hace a cubazos de agua y con unas escobillas de paja. Con la adoración por la eficiencia que tenemos aprendida, el primer día se te ocurren muchas ideas para hacer todo el proceso más rápido y mejor.
Afortunadamente, por prudencia, no dices nada. Si las cosas se hacen así deberá haber un motivo. Los siguientes días fui comprendiendo que el trabajo es importante, pero lo verdaderamente importante es que los enfermos tengan algo que hacer: Una tarea a la que dedicar parte de la mañana y que les haga sentirse útiles. La eficiencia no es un criterio aquí.

Después de la limpieza, venía la hora de afeitar o rapar la cabeza. Despacito íbamos afeitando a aquellos que tenían barba de algunos días y querían afeitarse. Además los enfermos tomaban un té y sus medicamentos. A continuación la hora del té de los voluntarios!. Un descanso en el que nos juntábamos tanto voluntarios como voluntarias. El te estaba muy bueno, y las galletas que tomábamos eran unas galletas super-energéticas que según el rumor se fabricaban en Suiza únicamente para el ejército americano y para la Madre Teresa!. (Foto: Afeitando en Prem Dam. El voluntario del fondo, con barba, es Jason el escritor americano).

Tras el té dábamos la comida y fregábamos, terminando sobre las 12.30 o 13.00.

A la hora de la comida casi todos los voluntarios vuelven a Shudder St. Nosotros, comíamos en el "Blue Sky", un bar con aspecto occidental y buena limpieza. También había muchos voluntarios a los que les gustaba comer en el Tiropati, un puesto callejero con comida muy rica pero quizás no tanta limpieza. Después de comer teníamos tiempo para tomar un café charlando un rato, conectarnos a internet o dormir una siesta fugaz. (Foto: Hora de la comida).



Aquellas tardes que iba a Kaligath el trabajo era similar al de Prem Dam, pero con mayor intensidad. Primero lavar la ropa. Aquí había que frotar, escurrir y tender cantidad de ropa. Después se les administraba los medicamentos, hablábamos con ellos, aunque no siempre conseguías entenderte: Unos no están en condiciones de entender, otros no hablan inglés y la mayoría de los voluntarios no hablamos Hindi ni Bengalí. También les dábamos masajes, o simplemente la mano. Se trata de "estar" con aquella gente y procurar transmitirles un poco de cariño simplemente por el hecho de ser humanos. En Kaligath, más que en otros centros, hay también voluntarios que llevan largo tiempo, incluso muchos años, acudiendo a ayudar. (Foto: Kaligath por dentro. Fotografía de Miguel M.Z).

Aquellos voluntarios que llevan más tiempo van realizando tareas con mayor responsabilidad o dificultad como ayudar en las duchas y en las curas. Las heridas de los enfermos superan todo lo que yo podía haber imaginado. Muchos de ellos tienen infecciones generalizadas que acaban irremediablemente en la muerte. Uno de los trabajos más duros consistía en ayudar a transportar los cadáveres hacia el crematorio.

Una vez terminado el voluntariado volvíamos de nuevo todos a Suddher St. Aquí cada uno hacía lo que quería. Un día fuimos al cine, otro día fuimos al Victoria Memorial a ver el atardecer y otros días nos quedamos hablando y riendo. (Foto: Puesta de sol tras el Victoria Memorial).



Desde el principio me cayeron muy bien, y además con los días fue aumentando la amistad con Macarena y Patricia. Ellas fueron mis amigas más cercanas durante el voluntariado. Me mudé a una habitación contigua en su mismo hotel y solíamos hacer los planes juntos. Además, hicimos el grupo más grande. Conocimos a Ana, Marina y Tito de Madrid, a Cris y Carolina de Valencia; y a otra Cris está todavía más especial. Llevaba viajando 5 años, o mejor dicho viajar era para ella una forma de vida. Se financiaba alquilando su piso en Valencia y con las artesanías que compraba y vendía en sus viajes. Fue interesante conocerla porque no es el tipo de personas que conoces todos los días. También conocimos a un escritor americano que se llamaba Jason Hinojosa. Nadie como él para poner por escrito en un blog las contradicciones en los sentimientos que aparecen en el trato con los enfermos. A Cristian, un chileno que dedicaba todo su mes de vacaciones y trataba a los enfermos con un cariño muy especial, a Miguel, otro español que también trataba muy bien a los enfermos pero con el no era fácil trabajar. En resumen, los que he nombrado, los que olvido (sorry!), y en general toda la gente con la que traté estos días era gente que merecía la pena. (Foto: Riendo con Marina, Ana, Patricia y Macarena mientras tomamos un café).

La experiencia resultó muy enriquecedora. Para algunos voluntarios tiene un carácter religioso o espiritual fuerte. Para otros, es una experiencia en la que aprendes a amar, y a convivir con la muerte del ser humano. Todos los voluntariados, y esté en particular, son experiencias muy enriquecedoras dónde te llevas más de lo que das. (Foto: Los papeles están invertidos, ahora soy yo el hombre-caballo!).

Besos y abrazos para todos!

Jorge.


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